November 2, 2011
Source: Diagonal
Cuando las palabras “cambio climático” empezaban a resonar en el escenario científico comenzaron también las predicciones de cuáles serían los efectos de este fenómeno en los ecosistemas terrestres. España estaba en el ojo del huracán y todos vaticinaban que sería uno de los países más castigados por la alteración de las temperaturas que se nos ha venido encima.
Hoy las alteraciones ya son una realidad y un reciente informe de la ONG internacional Dara, junto al “Climate Vulnerable Forum” (que reúne a 27 países de África, Asia, América y el Pacífico), alerta de que España es, junto a Estados Unidos, la única economía avanzada “con un factor de vulnerabilidad alto” y en la que ya son palpables las consecuencias de la variación climática. Con la desertificación por bandera, que afecta ya a un tercio de nuestra superficie.
Y no es para menos, porque nuestro termómetro está al rojo vivo. Según datos de Greenpeace, el aumento de 1,5ºC en la temperatura de nuestro país durante el último siglo es el doble del registrado a escala mundial (0,74ºC) y supera con mucho a la media de Europa (0,95ºC). Como consecuencia, según esta organización, estamos asistiendo a una “africanización” del sur de la Península y a una “mediterranización” del norte, con los consecuentes impactos para nuestras especies.
Impacto sobre la flora
Así, en marzo de este año llegó un informe elaborado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas y la Universidad de Extremadura en el que se reconoce que la flora ya se ha resentido por el incremento de emisiones. Este informe alerta de que el 20% de las especies vegetales están sufriendo una fuerte regresión como consecuencia del cambio climático. Esta reducción es especialmente importante para algunas como el pinsapo, el abeto común, la encina, el roble albar y el alcornoque. Según declaraba uno de los autores del informe, el investigador Ángel Felicísimo, esta última especie “desaparecerá de Extremadura” y “aparecerá en la zona más continental de Galicia”.
En cuanto a la fauna, Greenpeace alerta que tanto los invertebrados como las aves y las especies marinas ya han visto afectada su supervivencia, sus ciclos reproductivos y sus migraciones. Pone ejemplos como el papamoscas cerrojillo, una pequeña ave forestal cuyos huevos han disminuido de tamaño debido al aumento de las temperaturas, o la multiplicación de especies invasoras que se aclimatan a estos incrementos de temperatura, como las especies tropicales en las islas Canarias o las medusas en las costas mediterráneas.
Para impedir la desestabilización de todos nuestros hábitats “las actuaciones llevan tiempo y hay que empezar ya, en este momento”, expresaba Ángel Felicísimo. Y, visto lo visto, parece que no le faltaba razón.
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