December 21, 2010
The climate crisis is now seriously jeopardizing the United Nations’ Millennium Development Goals for 2015. An article by José María Figueres, member of DARA’s advisory panel and former president of Costa Rica.
Source: El Universal
El acuerdo alcanzado en la cumbre de Cancún es un gran paso adelante, pero se deben dar muchos mas. Las conclusiones alcanzadas no son suficientes para mantener el cambio climático bajo control, ni adecuadas para limitar el daño que causa en todo el mundo.
Los peligros incontrolables son más temibles que los otros. Un destacado informe, hecho público estos días por DARA (Development Assistance Research Associates) y el Foro de Vulnerabilidad Climática, sobre el estado de la crisis del clima apunta precisamente a esos peligros. La percepción de que los impactos del cambio climático sólo afectarán a generaciones futuras es errónea. Los impactos ya son fuertemente percibidos hoy en día por muchos, pero no por igual. Comienzan lentamente en contraste con la gravedad que el problema podría alcanzar: algo menos de medio millón de muertes evitables cada año, mientras que en 20 años podríamos enfrentarnos a cerca de un millón de muertes anuales. Si no intervenimos, en la próxima década el coste podría rondar los cinco millones de vidas humanas.
Los retos humanitarios y de desarrollo siempre nos han desafiado. Sólo ahora el cambio climático está surgiendo como un motivo de preocupación global en este contexto. Los océanos acumulan calor suficiente como para duplicar el aumento de la temperatura terrestre que hemos visto en los últimos cien años. Liberarán la mayoría de ese calor en la próxima década, por lo que las comunidades más afectadas por la crisis del clima padecerán un crecimiento exponencial en cada uno de los tipos de impactos del clima —y de manera extensiva lo padecerá el resto del mundo.
La crisis del clima ya está poniendo en grave peligro los Objetivos de Desarrollo del Milenio de Naciones Unidas para 2015, dentro de apenas cuatro años. Los objetivos en mayor riesgo son los que pretenden acabar con la pobreza extrema, el hambre y la mortalidad infantil. No es ninguna sorpresa que el cambio climático imponga un mayor coste en las comunidades más pobres, cause más muertes a través de hambrunas, y se cebe con la infancia, que hoy supone alrededor del 90% de las víctimas mortales relacionadas con el clima.
Prácticamente todos los daños causados por el cambio climático se pueden prevenir. Pero no se están poniendo en práctica las medidas necesarias, o ni siquiera están planificadas, por no hablar de contar con respaldo económico especialmente en las partes del mundo donde los efectos son más severos. Sin embargo, si fracasamos en contener el calentamiento global, las medidas que funcionan con relativa facilidad hoy pueden tornarse totalmente ineficaces mañana.
Las investigaciones científicas nos dan menos de cinco años para rectificar. Esto significa realizar reducciones drásticas en las emisiones de carbono de manera inmediata. De manera inmediata porque estamos cerca de llegar a un punto de no retorno. El calentamiento global ocurre en un bucle cerrado. El calor genera más calor en un ciclo que se perpetúa a sí mismo, y que podría escaparse de nuestra habilidad para evitar más calentamiento a medida que el proceso adquiere vida propia. Todavía podemos actuar, pero aún no hemos elegido hacerlo.
Los países formados por islas poco elevadas, como los del Pacífico sur, o estados frágiles como Afganistán y Somalia, ya están sufriendo impactos severos en la salud, la economía y el medio ambiente que los sitúan en un precipicio climático. Más presión es simplemente impensable.
Las injusticias no nos han conmovido: los niños y las niñas en países pobres no participan en crear el problema y tampoco se benefician de las ventajas de la prosperidad que facilita el carbono. Pero son los primeros en sufrir los efectos del cambio climático. Padecen los peores de sus efectos. Y serán los que los padezcan durante más tiempo si llegan a envejecer.
La falta de acción decidida para abordar el cambio climático sólo servirá para engañarnos. La prosperidad es global. La pobreza extrema de mil millones de personas afecta negativamente al bienestar global. Los países industrializados sufren en sus territorios la mitad de todos los impactos económicos del cambio climático. Si no se toman medidas, en 2030 prácticamente todos y cada uno de los países será altamente vulnerable a alguno de los impactos climáticos, desde eventos meteorológicos extremos, a la desertificación o la subida del nivel del mar. El destino de los más vulnerables será el destino del mundo.
Pero no tiene por qué ser así: una energía más limpia, más verde, más segura, es una oportunidad, no un coste. Los menores márgenes de beneficio de las energías renovables en los mercados actuales ocultan un potencial revolucionario de crecimiento económico y progreso social: imagine un mundo en el que cada persona pudiera aprovechar la energía sin límites del sol y el viento. Un mundo así está casi al alcance de la mano. Pero si además se incorporan en el precio del carbono los enormes costes humanos, medioambientales y económicos, se dispararían otras muchas oportunidades tecnológicas que supondrían un desarrollo radical en un mundo en el que la quinta parte de la población carece de acceso a las formas más básicas de electricidad.
El potencial del daño al que nos arriesgamos hoy es suficiente para cambiar el planeta para siempre. Sin embargo, los beneficios de una vía alternativa podrían ser la mayor fuente de progreso social nunca vista.
¿Nos vamos a quedar parados y contemplar cómo se consume nuestro mundo? ¿O emprenderemos acciones que nos alejen del precipicio? ¿Utilizaremos nuestros conocimientos y capacidades en beneficio del mundo, o para destruirlo? Es nuestra decisión, pero no por mucho tiempo.
Ex presidente de Costa Rica. Coautores: Jan Eliasson y Ross Mountain, ex presidente de la Asamblea General de la ONU y director general de DARA, respectivamente
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